Consejos Útiles

Beneficios de los perros como compañía del adulto mayor

Los beneficios de tener un perro y otros animales de compañía son indudables en cualquier etapa de la vida. Por encima de todo, son unos grandes aliados para paliar la soledad. Hay una necesidad humana en general que también tienen las personas mayores, sobre todo en situación de fragilidad o dependencia, que es la de sentirse queridas, mostrar y recibir afecto”, resume Lourdes Bermejo, vicepresidenta de Gerontología de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). “Un animal de compañía proporciona sentido de utilidad, de tener el papel de alguien que cuida”.

Además de fomentar la autoestima, un perro actúa, en palabras de Sergio Pedrosa, veterinario de terapia asistida con animales, como “modulador social”. Favorece el contacto y la comunicación con otras personas. La influencia positiva de tener una mascota abarca tanto la salud psicosocial como la física. Estos son algunos de los efectos que se han podido comprobar:

Aumenta la secreción de endorfinas, sustancias relacionadas con la sensación de bienestar.

Disminuye la hormona cortisol tanto en saliva como en sangre, con la consiguiente disminución del estrés.

Se ha constatado una mayor supervivencia en casos de infarto, menor presión sanguínea y niveles más bajos de colesterol.

Se reducen las consultas médicas.

Por otro lado, las personas con perro realizan ejercicio aeróbico de forma más constante, lo que favorece la disminución de patologías cardiovasculares. Esto es especialmente importante a medida que pasan los años y aumenta la necesidad de andar. Un perro obliga a la persona mayor a moverse, a estar encima de él, caminar más y, en definitiva, cuidarse.

Cuidados necesarios

Tener un perro supone una responsabilidad que pueden asumir sin problema la mayoría de las personas mayores. “Si pueden cuidarse a sí mismos, pueden cuidar al animal. También hay que tener en cuenta que, si la persona vive acompañada, puede compartir los cuidados”, precisa Bermejo.

 

Pedrosa resalta que los individuos de edades más avanzadas constituyen “un colectivo sensible debido al estado de inmunosupresión propio de la tercera edad, que obliga a adoptar medidas de control”. Por ello, es crucial mantener unas pautas higiénico-sanitarias para  que la mascota esté sana y no transmita enfermedades, utilizando productos y vacunas específicas, como la de la leishmaniosis.

Terapia asistida con perros

Ese cuidado exhaustivo de los animales de compañía hace posible el desarrollo de experiencias de terapia asistida con animales en residencias de la tercera edad. El veterinario  relata cómo se han documentado los beneficios que aportan estas experiencias a las personas mayores: “Se miden los marcadores fisiológicos de bienestar de los participantes y en las grabaciones se contabiliza el número de sonrisas y de interacciones sociales, así como la predisposición a realizar actividades”.

Muchos de los residentes en centros geriátricos padecen demencia o pérdida de capacidades cognitivas, lo que reduce su actividad social. Cuando se introduce un perro de terapia en su medio se obtienen diversas reacciones positivas:

Mayor predisposición de las personas mayores a realizar las actividades propuestas.

Fomento de la actividad física; por ejemplo, pasear al perro.

Participación en juegos en los que se pueden utilizar dados, colores o semáforos. Por ejemplo, se tira un dado y el perro tiene que devolverlo a quien lo ha lanzado. El número que salga indica el número de caricias que hay que dar al animal.

El perro actúa “como un motivador”, sostiene Pedrosa. “En algunas experiencias se ha medido la cantidad de analgésicos que tomaban los pacientes y se ha comprobado una disminución significativa”. La mejora en la percepción del dolor se constata “inmediatamente después de la sesión con perros”.

Este experto en terapia asistida con animales ha podido comprobar en primera persona los cambios que propician los perros. “Hay personas que están prácticamente catatónicas, pero que cuando llega el perro se ponen nerviosas y lo buscan”, relata. “Algunos no recuerdan el nombre de sus hijos, pero sí el del perro”. La terapia se suele acompañar de música y de momentos de relajación. Por otro lado, con frecuencia se persiguen objetivos terapéuticos enfocados a pacientes concretos. Por ejemplo, peinar al animal potencia la motricidad fina.

 

Bermejo también ha participado en terapias asistidas con animales: “Hemos llevado a un perro guía de la ONCE, ya jubilado, a una residencia. Tiene su sitio dentro de las instalaciones del centro y las personas que viven allí se ocupan del cuidado del animal. Hace la vida en ese entorno mucho más agradable”.

¿Hay razas de perros más adecuadas para la tercera edad?

Cuando se plantea la posibilidad de tener un perro, puede surgir la duda de si hay razas de perros más adecuadas para las personas mayores. “Sin duda hay diferencias”, aclara la experta en gerontología, “pero no tiene tanto que ver con la edad como con otros elementos, como un carácter más o menos fuerte”.

Si el animal es más dócil, “una persona con menos liderazgo podría ser el dueño más apropiado”. Los perros son “animales que viven en manada y necesitan un liderazgo determinado”. Como es lógico, las razas especialmente agresivas “no son las más indicadas para una persona mayor, pero podrían serlo si han convivido toda la vida con ella”.

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