EL MOSQUITO
Cuántas veces pasamos una noche en vela mortificados por el zumbido de un mosquito o zancudo, que a menudo nos anuncia un molesto picotazo. Algunas clases de mosquitos baten las alas 250 veces por segundo. Otros, hasta 600 veces. Este veloz, aleteo, así como la vibración de unos músculos que tienen en medio del cuerpo, es lo que produce ese zumbido que tanto nos mortifica .
En todo el mundo se conocen más de dos mil especies de mosquitos. Algunos atacan solamente de día. Otros solo al caer la tarde o cuando reina la oscuridad. Y también hay mosquitos que del todo no pican ni a las personas ni a los animales. Pero el que más abunda es el mosquito casero, que se alimenta de noche. Un científico le dio el nombre de «mosca que atisba», por su costumbre de asomarse a las habitaciones de las personas y de meterse por cualquier rendija en las ventanas o en los tabiques.
Lo más curioso es que la hembra es 1a única que pica, ya que necesita de la sangre para producir sus huevos. El macho se alimenta únicamente del néctar de las flores.
Algunos mosquitos tienen «la nariz» en las antenas, pero hay algunos, que tienen el sentido del olfato en sus tres pares de patas. Como no puede ver en la oscuridad, el mosquito nos localiza por medio de un gas que botamos al respirar y que se llama anhídrido carbónico. Entonces es cuando empieza a volar sobre nosotros, atormentándonos con su molesto zumbido.
Pero ¿por qué, habiendo varias personas en una misma habitación, el mosquito pica a unas y a otras no? Según parece, la cantidad de anhídrido carbónico que botamos, así como el calor del cuerpo y ciertas sustancias del olor pueden atraer o alejar a los mosquitos. A esto se debe que unas personas sean más perseguidas que otras.
Una vez que ha escogido a su víctima, el mosquito clava su trompa hasta llegar a los vasos capilares, que son las venas más finas que tenemos y las que están más cerca de la piel. Antes de comenzar a alimentarse inyecta un poco de saliva, que al mezclarse con la sangre la arrala y no deja que se coagule. Entonces comienza a chupar sangre en cantidad suficiente para llenarse y enrojecer su larga panza. A veces chupa hasta tres o cuatro veces su propio peso en sangre. Pero esto no es para alarmarse, ya que 15 ó 20 comidas son apenas como una gota de sangre. El resto de saliva que nos queda bajo la piel produce una irritación y esto es lo que causa la roncha y la picazón que nos queda.
A partir de ese momento la hembra sólo quiere descansar. Con gran esfuerzo se aleja hasta la pared más cercana, ya que casi no puede volar agobiada por el peso de la sangre. Durante los días que siguen aprovechará la sangre que ha chupado para poner cientos de huevecillos.
Como los huevecillos necesitan del agua para madurar, los pone en lagunas, pantanos, charcos o en cualquier otro depósito de agua. Puede ser hasta en tarros viejos que se encuentran botados en los patios de las casas. De los huevecillos nacen unas larvas que pasan la mayor parte del tiempo cerca de la superficie, ya que necesitan respirar aire. Cada cierto tiempo asoman un tubo, parecido a una cola, que tienen al final del cuerpo, en busca de aire. Después de unos días se envuelven en una tela y se transforman en pupas o ninfas que también se mantienen cerca de la superficie del agua para respirar. Finalmente la pupa se abre y de ella sale un mosquito adulto que rara vez se aleja más de 300 metros del lugar en donde nace. Por eso una buena manera de acabar con los criaderos de mosquitos es echar un poco de diesel sobre las aguas estancadas. Con esto las larvas y pupas no pueden llegar a la superficie y mueren asfixiadas.
A veces los huevos puestos por las hembras en lugares donde ha habido una inundación pueden sobrevivir hasta cinco años en tierra seca, hasta que una nueva inundación logra hacer que maduren y se desarrollen. Por eso es que las muchas lluvias pueden producir nubes de mosquitos.
Aunque la gran mayoría de mosquitos son sólo molestos, hay algunos que son peligrosos, ya que pueden transmitir enfermedades como el paludismo o malaria, la fiebre amarilla y la elefantiasis.
Fuente: Libro Almanaque Escuela para Todos